Eran
aproximadamente las 14h00 cuando comenzamos a recorrer las calles céntricas de
Guayaquil, como es de costumbre un incesante sol se presenciaba en la ciudad,
recorríamos las avenidas en busca de personas que estén afrontando la
mendicidad, al llegar a la Catedral situada en Chimborazo entre 10 de Agosto y
Clemente Ballén encontramos a Steven Bajaña, un joven de 17 años que hace 4
meses hizo de las calles de la Perla del Pacífico su hogar. Reconocimos su situación porque lucía
desaseado, con el cabello largo, ojeras marcadas, ropa bastante usada, y
zapatos desgastados, deseábamos transmitirle confianza, que él sepa que
estábamos ahí porque queríamos dar a conocer su situación y no lo juzgaríamos; accedió
amablemente a la entrevista, así que comenzamos a alistar nuestros equipos,
mientras mis compañeros armaban el trípode, situaban la cámara, y probaban los
micrófonos, las miradas de los curiosos que transitaban o ya se encontraban en
ese sector se centraron en el joven y en nosotros.
Algunos empezaron a expresar mofas hacia él
diciendo cosas como: “Mírenlo, el famoso”,
pero a Bajaña parecía no importarle y de haberlo hecho lo disimulaba muy bien,
la entrevista dio inicio y comenzamos a preguntarle todas las cosas que esperábamos
saber de él, tratábamos de cuidar nuestras palabras, pues no queríamos herir su
susceptibilidad. Nos contó que es adicto a la tan famosa “H”; producto de esto
había estado en una clínica de rehabilitación, pero hizo todo lo posible por
escaparse de allí debido a los constantes maltratos físicos que recibía, su tía
al igual que los feligreses católicos que frecuentan La Catedral lo suelen
ayudar proporcionándole comida y ropa, nos cuenta que se asea una vez a la
semana en diversos lugares de la ciudad, y que algunos sitios de venta de
comida rápida lo reciben cuando pueden y le proporcionan apoyo, mientras nos
explicaba todo esto su mirada se mantenía en el piso.
Steven Bajaña, de 17 años manifestando su vida en las calles. |
No logró graduarse del colegio, pues sólo llegó hasta segundo año de bachillerato, fuera de cámaras nos confesó que no regresaba a casa porque su mamá tenía un nuevo compromiso y su padrastro no lo quería, por ende lo maltrataba con frecuencia, por esas y muchas más razones había optado por ir a las calles.
Seguimos nuestro recorrido, en el camino encontramos a muchos mendigos, pero no todos estaban dispuestos a hablar en frente de una cámara, se sentían avergonzados de su posición y nosotros lo entendíamos perfectamente, pero el tiempo jugaba en contra y debíamos continuar, así encontramos a Luis Murillo no podríamos decir mucho de él porque divagaba en sus palabras, un fuerte olor a alcohol envolvía todo su cuerpo y al hablar era más notorio, a cada pregunta realizada contestaba con un pasaje de la biblia o mencionaba algo de la iglesia, definitivamente su estado mental no era estable, dijo que había dejado de ser alcohólico hace 19 años pero el estado de ebriedad lo delataba.
Luego
de llegar a las calles cercanas al Mercado Central, cuyo establecimiento se
encuentra en reparación hallamos a Delia Escalante Jurado, una señora de edad
medianamente avanzada quién nos comentó que hace algunos años trabajaba como
ayudante de limpieza, pero perdió su trabajo por lo que optó mendigar hace dos
años en los alrededores de La Catedral, para ese entonces el reloj marcaba las
16h00 y Delia mostraba preocupación pues nos comentó que no había logrado
reunir nada, pero tenía la esperanza de juntar $2 o $3 para subsistir lo que
quedaba del día, Escalante sufre de epilepsia, está enfermedad catastrófica la
heredó de su madre y aunque ha tratado de obtener los tratamientos necesarios
no lo ha conseguido.
Mientras
seguíamos en nuestra ansiosa búsqueda, aventurándonos por los lugares
recónditos del centro de Guayaquil llegamos a un sector en donde la venta de
estupefacientes era notoria, veíamos a personas consumir drogas sin vergüenza
alguna, y el aspecto de la mayoría nos mostraba que la vida que atravesaban no
era fácil, allí encontramos a Jairo Alvarado de 31 años quien aceptó que le
realizáramos una entrevista, luchábamos con el ruido que había en aquel lugar,
de fondo se escuchaba “Bom Bom Tam Tam” canción que era bailada por algunas
personas del lugar o simplemente servía de pista musical mientras los
vendedores trataban de atraer la atención de los clientes con sus diversos
comercios, pero retomando la situación de nuestro amigo Alvarado, condición que
por cierto creo nos golpeó anímicamente a la mayoría del grupo; pues parecía la
más difícil de todos los entrevistados de esa tarde, nos dijo que quedó
huérfano de padre y madre a sus 4 años de edad, es el mayor de 4 hermanos, pero
ellos no lo reconocen al negarlo constantemente con sus ofensas, al igual que
la mayoría de personas que entrevistamos tiene un vicio, el suyo es la “H” hace
8 años que está hundido en este mundo, aunque irónicamente su aspecto no lucía
tan mal; nos comentó que hace 4 meses no tomaba una ducha, su relación con el resto
de las personas es difícil, debido a que cuando pide dinero lo patean o lo insultan y
cuando solicita comida dice que se la tiran por los pies o prefieren botarla,
parecía no querer nada, como si sus ganas de vivir se hubieran extinguido hace
mucho y sólo estuviera esperando la muerte.
Jairo Alvarado de 31 años, accediendo a dar una entrevista. |
Por
último Fernando Alcívar, un señor de la tercera edad, con problemas del habla
quien dijo tener 36 años lo cual nos dio a pensar que ha perdido la noción del
tiempo, probablemente por ser mentalmente inestable o quizás estaba bajo el
efecto de una droga, aunque apostamos con más firmeza por la primera opción, ya que antes de acercarnos a solicitarle la entrevista venía lanzando insultos a
diestra y siniestra, no parecían estar dirigidos específicamente a alguien era
como si hablara con él mismo, se dedica a reciclar y con eso genera ingresos
semanales de $30 a $40 una parte la designa a su cuñada y otra la guarda él
para sobrevivir diariamente, le gustan los días de calor porque dice que es
cuando la gente compra más botellas con agua; por ende, la recolección de estos
recipientes será mayor y podrá generar más ingresos.
Al
despedirnos de cada uno de ellos le deseamos lo mejor, les dijimos que
esperamos que pronto puedan salir de esa situación, algunos aún conservan
cierto optimismo por lograrlo, otros parecen haberse abandonado a su suerte,
nosotros particularmente esperamos que si en algún momento los volvemos a ver, nos comenten que su condición actual ya sólo queda como un mal recuerdo.
Realizado por: Génesis Parrales Morales
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